No permitas que Hollywood te consuma
Kim Novak en una escena de Jeanne Eagels (George Sidney, 1957) |
Querida Kim:
Hago pública esta carta porque no tengo el valor para escribirte una privada. Soy recién casado, y mi mujer me conoce, pero si alguna vez descubre que envío notas cariñosas privadas a una señorita de cabello lavanda...
De todos modos, soy un novato en estas cosas, y me imagino que no te molestará leerla. Si me equivoco, me comeré mi sombrero. Bien, iré al grano. Lo que he dicho de mi sombrero me sirve para introducir el tema en cuestión, a saber, la comida.
Ha llegado a mis oídos que estás a punto de ponerte a régimen debido a que algunas personas superficiales están difundiendo rumores sobre que, últimamente, Novak tiene demasiado que ofrecer. Eso no es posible y lo sabes. No hay suficiente Novak para todos. Pregunta a Mac Krim, al conde Mario y a Frankie. Pregunta a tus admiradores. Pregúntale a cualquiera. Cada gramo de ti es amado y apreciado. (Esto me recuerda una canción en la que Louis Prima solía hablar de su chica y de cómo cuanto mayor era su figura, más le gustaba porque había más de ella que adorar).1
Los columnistas, esos personajes insensibles, luchan a brazo partido en un esfuerzo por lijarte hasta dejarte como una tablilla. En septiembre, los periódicos comenzaron con sus burlas. De Mike Connolly en The Hollywood Reporter: «Kim Novak tiene que adelgazar unos diez kilos antes de rodar Jeanne Eagels. Debe ser esa comida italiana con la que Sinatra le ha estado atiborrando». De Dorothy Kilgallen en el Journal-American: «Kim Novak ha recibido la orden. Adelgaza unos kilos antes de volver a ponerte frente a las cámaras. Te estás poniendo rellenita». De Sidney Skolsky en el New York Post: «Kim Novak intenta perder cinco kilos antes de enfrentarse a la cámara para Jeanne Eagels».
Bueno, ahí lo tienes. Sidney no ha sido tan malo como Mike. Él aboga por la pérdida de cinco kilos menos. Pero estoy en contra de este proceder. Quisiera que cada precioso kilo se quede exactamente donde está. Te ves bien con curvas, ¿y qué hay de malo en verse bien? ¿Por qué todo el mundo intenta parecer tan delgado? Audrey Hepburn es muy guapa, de acuerdo, pero no va a desplazar a Anita Ekberg.
Personalmente, le echo la culpa de esto a las mujeres. Las mujeres siempre están ojeando el Harper's Bazaar, y cosas así. Las mujeres siempre andan mirando fotos de modelos que miden dos metros y pesan 45 kilos, y luego pasan hambre porque ellas —las mujeres, no las modelos— parecen mujeres y no lapiceros de tamaño gigante. Las modelos han acomplejado a las mujeres de este país.
Escucha, Kim, a los hombres les gustan las mujeres. Y les gustan un poco más carnosas que el palo de un chupachups. Un fotógrafo me dijo que te avergonzaba posar para pin-ups por tu redondez, y mi corazón se rompió al enterarme. ¿Es que tus piernas no son una obra de arte?
La nación protesta
No puedes privar a la nación de tu exuberancia, Kim. La nación protesta. Modern Screen protesta. Y Modern Screen siempre tiene razón. Recuerdo que pensamos que ibas a ser una estrella de cine mucho antes de que tú lo creyeras. Te considerabas una chica que podría recorrer el país sonriendo dulcemente y haciendo demostraciones de neveras, «pero podría pasar mucho tiempo antes de que algún estudio de cine quisiera que una chica abriera una nevera», decías.2
Te equivocabas. Los estudios sí querían una chica que supiera abrir una nevera, pero ahora ellos no quieren que comas nada de lo que hay en ella.
Al menos los hombres de tu vida están de mi parte. Por ejemplo, Mac Krim, tu novio de toda la vida, que te sigue adorando aunque ha renunciado a pensar en el matrimonio: «Ahora es una actriz consagrada, y yo no me veo casándome con su carrera». A Mac le gusta mucho más verte en la cocina que en un club nocturno. Cuando estás en la cocina, te pones hasta delantal, le dijo Mac a un escritor. También contó un episodio con la comida que terminó metiéndoos en un aprieto. Habíais llevado hamburguesas y refrescos a un preestreno de Phffft, os escabullisteis al anfiteatro, y os encontrabais comiendo cuando llegó un acomodador y os increpó. «Deberán marcharse del teatro o deshacerse de esa comida», dijo con desdén. Mac se reía al recordar que te metiste la hamburguesa en el bolsillo, y que ese acomodador no sabía que eras una de las estrellas de la película.
Frank, el conde y Aly
A Frank Sinatra tampoco le parece preocupar tu peso, Kim, ya que tu relación con él empezó tiempo atrás, cuando ambos hicisteis El hombre del brazo de oro. Frankie fue el primer hombre en el que pensaste desde que conociste a Mac. «Estoy enamorada de Mac, pero me he encaprichado de Frankie», se supone que dijiste entonces. Si amas a Frankie, amas la buena cocina italiana, dice el refrán. Y si no es así, debería serlo.
En cuanto al conde Mario Bandini, que te hizo conocer los mejores restaurantes romanos en tu reciente viaje a Europa y, por tanto, probablemente ensanchó tus caderas, te ha puesto los pies en la tierra. O en las nubes, ya que planea volar hasta aquí tan pronto como pueda. Cuando conociste al conde Mario, dijiste que era «divino», y durante un par de días incluso te consideraste prometida. Siendo una chica entusiasta, te aferraste a él mientras estabas en Roma, e hiciste exactamente lo mismo que los romanos. Cuando un desconocido te besaba la mano, tú le devolvías el beso y, naturalmente, no te quedabas atrás en lo referente a la comida. Había cenas celestiales en escenarios celestiales, e incluso los picnics eran magníficos. ¿Recuerdas el día que hiciste un pequeño viaje en góndola? Y el hotel puso una cesta de gruesos sándwiches italianos, rebanadas de pan rellenas de jamón y salchichas y pimientos en vinagre.
Como puedes ver, Kim, trato de decir que todos estamos de tu parte. Queremos que nos deslumbres para siempre con todo tu ser. Pero hay un detalle que nos inquieta. Una mínima señal de que tal vez tu alimentación se encontraba ligeramente fuera de control, y por lo que tal vez Columbia tuvo que tomar medidas drásticas. Lo leímos en una revista rival. Decía que mientras bailabas con Aly Khan, en París, ¡le mordisqueabas la oreja! Esto podría ser peligroso. Lo próximo será que muerdas la mano que te da de comer, y luego, ¿quién sabe? Aun así, te quiero, ¿me oyes? Te quiero.
1 | El autor ha escogido un peculiar ejemplo. Si bien la canción de 1952 The Bigger the Figure de Louis Prima efectivamente parece un alegato contra la delgadez, apenas dos meses antes de la publicación de este artículo, en enero de 1957, el músico grabó en colaboración con Keely Smith el tema Closest to the Bone, de cuya letra se extrae «My friends tell me I'm a fool to love a girl like that. Here's the reason I like 'em slim instead of big and fat…» (Mis amigos me dicen que soy un tonto por amar a una chica así. Esta es la razón por la que me gustan delgadas en lugar de grandes y gordas…»). ↩ |
2 | A comienzos de la década de 1950, Kim Novak fue la imagen publicitaria de Deepfreeze, el frigorífico de la Detroit Motor Products Corporation. ↩ |
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